Por aquel entonces, existía una conocida costurera, doña Soledad Bolaños, que les cosió una franja blanca diagonal sobre el pecho a las heredadas camisetas verdes del Rehoyano, y desde entonces se ha mantenido como seña de identidad y equipaje oficial del club.

En sus comienzos lo hacía a base de Clubes Adheridos en campos como el Marino, detrás del actual Gobierno Civil, y el Pepe Gonçalvez, en la explanada del muelle, en donde alcanzaría sus primeros triunfos.

Las vitrinas del club comienzan a llenarse con trofeos ganados al Unión Feria, después de dos empates, y el Balón de Plata que Young Ciclone, boxeador y antiguo guardameta del equipo, nos regalaría.

Los años cincuenta vinieron acompañados del ascenso de la U.D. Las Palmas a la División de Honor, con lo que subió la fiebre del fútbol y procurándonos nombres como los de Viera y Yayo, salidos de nuestra cantera, que llegaron a vestir la camiseta de la U.D. Las Palmas.

      En los años sesenta, y ya contando con 20 años de historia, el Unión San Lázaro alcanzó los mejores éxitos jugando en el mismísimo cauce del barranco del Guiniguada, con aquellos bravos jugadores como León, Correa, Lolín, Samper, López, Larraz, Castro y Páez diablillos amarillos que tantas tardes de gloria dieron a los de San Nicolás. Se consiguieron varios Campeonatos del Guiniguada y uno del campo Luis Padrón, un Subcampeonato de Copa Comité y varios torneos de San Roque que alegrarían las vitrinas de la Sociedad de la calle Domingo Guerra del Río.

     En los setenta proliferaron campos por doquier, en terrenos de la ciudad robados al mar, y en el barrio de Arenales, por donde le dicen el Lugo, y comienzan a llegar jugadores no solo de San Nicolás, sino de barrios como Escaleritas, Schamann y hasta de Santa Brígida, para formar un gran conjunto que ganaría hasta 5 Trofeos Hernández.